Creían los griegos que Orfeo era hijo de una Musa, argonauta y dotado de una capacidad para el canto tan maravillosa que era capaz de apaciguar fieras y mover los árboles y las piedras. Le atribuyeron a este mítico cantos diversas obras poéticas que trataban del origen del mundo y de los dioses y de la suerte del alma en el más allá. En torno a su figura se fue articulando un complejo movimiento religioso que evolucionó a o largo de mil años y que creía en la inmortalidad del alma y en su transmigración en diversas vidas para expiar una culpa original. Las ideas de los órficos influyeron en filósofos como Platón o, mucho más tarde, en los neoplatónicos. Incluso tuvieron puntos de contacto con el cristianismo. Lo que fuera una rica literatura se perdió, dejándonos tan sólo fragmentos citados por otros autores y algunos textos epigráficos. Pese a todo, un complejo trabajo filológico ha permitido reconstruir en sus líneas generales las obras de las que proceden y situar los vestigios en su contexto.
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