Pese a que, según afirman algunos, hubiese un recóndito orgullo patriótico en Plutarco, que le movió a establecer y desarrollar las comparaciones que constituyen la médula de sus Vidas paralelas, tal prurito no desvirtuó ni perjudicó en nada su labor, no afectó a la imparcialidad que debe guiar siempre, en toda ocasión, a los historiadores, si éstos han de ser fieles a sus lectores y a sí mismos. La pasión, en cuanto pueda degenerar en injusticia, no conduce nunca a Plutarco, no le traiciona jamás. Con ello, por consecuencia, se hace más persuasivo y convincente, más digno de crédito y de respeto. De un modo que implica un ejemplo que añadir a los muchos que ofrece Plutarco como historiador, éste soslaya los plurales riesgos que su actitud de comparar unos personajes griegos con otros romanos ofrecóa... a cada paso. El relato discurre verídico, por cauces sencillos, y en la hora de formular conclusiones, Plutarco no las fuerza.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario